El "jardin" de la república :)
Tuve la desgracia de caminar por las calles de Tucson City a las ocho de la mañana de un día sábado.
Desgracia en dos sentidos. El primero, no necesita mayores explicaciones y no es el que produjo los efectos de desprecio a la generación teenager, si no a mi profesor de civil, quien tuvo la brillante idea de invitarnos a ver una película, para compartir su amanecer sabatino, basada en hechos reales y producidos en el año 1900 (por lo tanto imposible de encontrar en cualquier videoclub). Obviamente esa “invitación” era una cuasi obligación. Si no concurríamos a la videada, no podemos rendir el segundo parcial =).
(A todo esto, no vayan a ver “El nido vacío”. Aunque la concurrencia no fue forzosa, produjo los mismos efectos en mí: somnolencia, odio, frío, sed de venganza. Nunca más cine argentino. En fin, un fin de semana de películas malas, que solo puede ser completado por mas y peores. “La excusa mas cobarde es culpar al destino”).
Sin embargo, mi post apunta a otra cosa.
El escenario fue apocalíptico, tremebundo. No exagero. Debo haber contado alrededor de ochenta y cinco botellas vacías de Gancia, fernet, cerveza, Coca Cola, etc., y solo en la diagonal de la plaza Urquiza. Inmediatamente pensé en culpar al gobierno por no haber colocado suficientes basureros para que estos chicos hambrientos de alcohol y viernes a la noche no se encuentren con la única y mugrienta opción de dejar todo tirado en el lugar del encuentro. Casi tan inmediato como ese pensamiento, se me presento la imagen de dos hombres. Hombres con la piel curtida por el frío y la vejez. Hombres que el día anterior repasaron su jornada de trabajo, y pudieron hasta sentir el frío de este sábado a la mañana, recogiendo botellas de alcohol de niños malcriados y sucios. No podían pensarlo más que como una tortura ineludible, pero a la vez, como un milagro de Dios, por la posibilidad de un laburo.
Tal vez suene exagerado, aunque haya intentado no hacerlo. Pero me dio tanta bronca que los causantes de ese caos se encuentren en sus camas y tapados hasta el cuello, y quienes necesitan trabajar para sobrevivir tengan que limpiar su mugre. Me dio bronca porque yo no lo hago y porque los que si, se quejan de la falta de basureros en la ciudad, a pesar de que en la plaza donde ellos desecharon sus envases de fernet barato haya uno cada diez metros.
En fin, haceme el favor de pensar un poquito antes de tirar la botellita!!
Por mi parte, espero nunca mas tener que levantarme a las siete para una jornada destroza de sábado, entre el frío, las torturas, tus enojos y una siesta que me dejo sin aliento.
Desgracia en dos sentidos. El primero, no necesita mayores explicaciones y no es el que produjo los efectos de desprecio a la generación teenager, si no a mi profesor de civil, quien tuvo la brillante idea de invitarnos a ver una película, para compartir su amanecer sabatino, basada en hechos reales y producidos en el año 1900 (por lo tanto imposible de encontrar en cualquier videoclub). Obviamente esa “invitación” era una cuasi obligación. Si no concurríamos a la videada, no podemos rendir el segundo parcial =).
(A todo esto, no vayan a ver “El nido vacío”. Aunque la concurrencia no fue forzosa, produjo los mismos efectos en mí: somnolencia, odio, frío, sed de venganza. Nunca más cine argentino. En fin, un fin de semana de películas malas, que solo puede ser completado por mas y peores. “La excusa mas cobarde es culpar al destino”).
Sin embargo, mi post apunta a otra cosa.
El escenario fue apocalíptico, tremebundo. No exagero. Debo haber contado alrededor de ochenta y cinco botellas vacías de Gancia, fernet, cerveza, Coca Cola, etc., y solo en la diagonal de la plaza Urquiza. Inmediatamente pensé en culpar al gobierno por no haber colocado suficientes basureros para que estos chicos hambrientos de alcohol y viernes a la noche no se encuentren con la única y mugrienta opción de dejar todo tirado en el lugar del encuentro. Casi tan inmediato como ese pensamiento, se me presento la imagen de dos hombres. Hombres con la piel curtida por el frío y la vejez. Hombres que el día anterior repasaron su jornada de trabajo, y pudieron hasta sentir el frío de este sábado a la mañana, recogiendo botellas de alcohol de niños malcriados y sucios. No podían pensarlo más que como una tortura ineludible, pero a la vez, como un milagro de Dios, por la posibilidad de un laburo.
Tal vez suene exagerado, aunque haya intentado no hacerlo. Pero me dio tanta bronca que los causantes de ese caos se encuentren en sus camas y tapados hasta el cuello, y quienes necesitan trabajar para sobrevivir tengan que limpiar su mugre. Me dio bronca porque yo no lo hago y porque los que si, se quejan de la falta de basureros en la ciudad, a pesar de que en la plaza donde ellos desecharon sus envases de fernet barato haya uno cada diez metros.
En fin, haceme el favor de pensar un poquito antes de tirar la botellita!!
Por mi parte, espero nunca mas tener que levantarme a las siete para una jornada destroza de sábado, entre el frío, las torturas, tus enojos y una siesta que me dejo sin aliento.